El rostro de Cristina tambiƩn es el reflejo de madres y padres que han perdido a sus hijos ante la incapacidad y el abandono de las autoridades
Los ciudadanos solemos ser como una ficha de intercambio al mejor postor, somos el punto de atracción de quienes buscan un cargo polĆtico cuando inician campaƱa y dejamos de serlo cuando se dan por ganadores o perdedores.
Las y los candidatos pasamos a una especie de olvido, en cuanto los números favorecen a unos u a otros. La memoria del candidato cambia de dirección y las calles recorridas y las historias escuchadas, pasan a la legión del olvido.
El interés por gobernar se achica a lo que toca, a las decisiones mÔs próximas y a lo que merece la atención directa.
Comienzan las negociaciones sobre la mesa, la exigencia de los acuerdos prometidos, los nombres de mujeres y hombres que comienzan a pedir un espacio en la agenda del nuevo actor polĆtico orillĆ”ndolo a que los temas que antes eran prioritarios, pasen al olvido.
La intensidad con la que se viven los procesos electorales es tan vehemente para quienes participan en ella, que posterior al dĆa de la elección llega una especie de resaca post-electoral en donde el sentimiento de urgencia termina por desvanecerse.
El rostro que vemos en la fotografĆa de hoy es de Cristina, la hermana de Rosa, la chica que fue arrollada junto a su hija en Mexicali, la semana pasada.
Cristina exige justicia para su hermana y sobrina que murieron al instante que un joven en presuntamente estado de ebriedad las atropellara mientras caminaban de regreso a su hogar.
A inicios de esta semana un grupo de manifestantes la acompaƱaron a las afuera del Centro CĆvico para exigir justicia a las autoridades que dejaron libre a Daniel de 33 aƱos, quien confirmó que sĆ estaba bajo influjos del alcohol y que Ćŗnicamente fue detenido por una fala administrativa.
La indignación de amigos y familiares de Rosa de 40 aƱos y Leah de 9 estĆ” plasmada en el rostro de Cristina, quien fotografió el fotoperiodista VĆctor Medina con la entereza de cualquier profesional que mira y atestigua el dolor y sufrimiento de alguien ajeno a Ć©l.
Una imagen que tan nĆtida que sus lĆ”grimas nos duelen tambiĆ©n a nosotros, que sus ojos cargados de llanto transmiten la desesperación e impotencia al saberse incapaz de traer de vuelta a su hermana y sobrina y peor aĆŗn, hacer entender a las autoridades que Daniel iba manejando bajo los influjos del alcohol y que estĆ” libre, como si nada hubiera pasado.
El rostro de Cristina tambiĆ©n es el reflejo de madres y padres que han perdido a sus hijos ante la incapacidad y el abandono de las autoridades, entiĆ©ndase de los polĆticos, de la policĆa, ni de quienes tienen la Ćŗltima palabra ante la propia ley.
Ella es una de las tantas mujeres que acuden frente a las debidas instituciones a gritar, a exigir y rogar por atención y justicia. Lamentablemente se sumarÔ a los miles de personas que se han quedado en el camino, porque quienes dirigen sus estados o municipios se han olvidado de escuchar y de mirar a los ojos a la gente.
Porque esos actos pareciera que solo se logran en campaña, en el campo, en la calle y con el interés de llegar al poder. Cristina es el rostro de muchos y muchas ciudadanas que se quedaron en el camino de los meses anteriores en que los candidatos y candidatas los escucharon y les prestaron la suficiente atención que muchos se ilusionaron y les dieron el voto.
Hoy, seguramente muchos esos rostros estÔn siendo olvidados por la ventura de recibir sus constancias de su próximo y triunfador cargo.
Laura Garza
Twitter: @LauraGarza
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